Sí señores, esa era yo |
Y a mí me pasó también. Yo solía ser una pequeña niña gimnasta. Tenía unos músculos increíbles para mi edad (tenía once años y raviolitos en la panza). Un día el deber de la secundaria llamó a mi puerta y dejé de entrenar. Creo que tuvo mucho que ver el hecho de tener que levantarme a las ocho de la mañana para ir a sudar y/o cagarme de frío cuando podía estar en mi camita durmiendo. Y como uno es adolescente no siente el cambio, pero los músculos se afofan y la resistencia desaparece. Claro, no nos vemos más gordos porque nuestro metabolismo de adolescentes elimina toda esa comida que antes se eliminaba en el entrenamiento. No sé a dónde se va, es un misterio. Entonces, ya fue, largamos todo y nos entregamos al vicio de la pereza. El problema viene cuando nuestro metabolismo de adolescentes se va y de repente el espejo nos devuelve una imagen poco familiar, unos rollitos por acá, celulitis por allá. "Ay no! qué horror! El lunes empiezo el gimnasio!" MENTIRA. Todos lo sabemos. Yo soy de las típicas que dicen esa frase mentirosa.
Pero voy a contarles algo mis queridos lectores. En las vacaciones de invierno volví a entrenar. Oh sí. Empecé a entrenar a full. Me anoté en un curso intensivo de acrobacia. El primer día casi me muero, obviamente. Recomendación: si hace cuatro años que no entrenan, no empiecen con un curso intensivo de cuatro horas, al otro día se van a encontrar mandándole un mensaje a alguien para que los ayude a levantarse de la cama. Lo digo por experiencia.
Lo que quería decir en realidad, y a eso apuntaba el post, es que ahora soy más feliz. En serio, yo crei que no podía serlo, pero sí. Igual sepan que yo estoy un poco trastornada y me hacía sentir bien el dolor muscular masivo porque me recuerda que voy a estar en forma otra vez. Pero prueben, hagan ejercicio, es muy relajante y liberador.