jueves
Como dos gotas de agua
viernes
En el país de la libertad
Escribí este post a raíz de la sugerencia de una lectora, porque creo que si no no se me hubiese ocurrido.
Verán, a fines de enero me fui a Estados Unidos por dos largas semanas, y aquí etsoy para relatarles mi experiencia. Como ya leerán, no estuve en un sólo lugar, por lo que me sería extremadamente díficil comentarles las cosas nuevas que descubrí porque serían demasiadas, así que trataré de sintetizar.
Hace ya un par de años mi familia tenía la grata idea de visitar Nueva York, idea que se pospuso por falta de presupuesto y circunstancias varias. Esa idea se hizo realidad el año pasado cuando a mediados de julio compramos los pasajes, pero el plan final no resultó nada parecido al original. A mi papá se le ocurrió que en vez de volar directamente a NY podríamos parar en otro lugar y después ir subiendo en auto, lo cual era un poco una locura porque en temporada de invierno cruzar el norte del país no sonaba bien. Pero después con la idea de parar en Charleston, donde habitan unos amigos de la familia, y de ahí volar a NY ya pareció más factible.
Así que llegamos a Miami y de ahí, con nuestro autito alquilado, un Grand Marquise que tenía un estilo old-fashion y hacía unos ruidos horribles cuando no te ponías el cinturón, partimos a Orlando, nuestra primera parada.
El viaje en sí sonaba exitante, pero la idea de ir a Orlando lo hacía aún más. Pensarán en Disney, pero ya habíamos ido años atrás, aunque yo era muy chica y no me acuerdo mucho (tenía 4 años), pero la expectativa era el parque de Harry Potter, porque mi mamá, mi hermana y yo somo ávidas fanáticas de la serie. Lo somos tanto, y desde hace tanto tiempo (mi vieja compró el primer libro cuando yo tendría unos siete u ocho años y recién salía, y no era para nada conocido) que incluso no podíamos esperar a que tradujeran los libros en español y a partir del quinto libro los comprábamos en inglés. Sí, así de mucho nos gustaban. Se imaginarán lo que fue entrar a Hogwarts, ver las increíbles animaciones y la tecnología, dar un respingo cuando un cuadro te guiñaba un ojo, o sorprenderse cuando la varita de Ron fallaba y caía nieve falsa. Tomar la deliciosa cerveza de mantequilla, comprar grageas Bertie Boot, ranas de chocolates con cromos, ver las enormes orejas extensibles y darse un buen susto cuando escuchabas el grito de una enorme mandrágora por la calle, no tenía precio para ninguna de nosotras. Charleston y NY habían quedado relegados de nuestra mente y partir de Orlando y sus diversiones fue una gran tristeza.
Cabe aclarar que los servicios de higiéne en el sur son realmente peculiares. Por de pronto, los inodoros se tiraban solos en cuanto uno se levantaba, las canillas se prendían cuando se ponía las manos debajo, al igual que con el secador, y el papel para secarse las manos al ser arrancado se reponía automáticamente. Hasta alguna que otra puerta de madera se abría sola. Era. todo. automático. Y GIGANTE. Si, todo era muy grande en este país. En fin.
Partimos hacia Charleston, con una parada en San Agustín que es una ciudad encantadora, tiene un estilo antiguo en general que parece salido de alguna película de caballeros y castillos. A mí, que me encanta ese estilo, me hubiese gustado quedarme más tiempo, pero no se pudo porque nos esperaba Charleston, que en breves palabras es una ciudad con un estilo de la época de la guerra de secesión. Mi papá decía que si le quitabas los autos estabas en plena película de la guerra. Vimos muchas casas bonitas (¡Muchas tenían ventiladores en los balcones! parece que hace mucho calor en verano) y al día siguiente nos fuimos hacia Charlotte, en donde nos tomábamos el avión.
En Charlotte empecé a sospechar lo que se volvió un hecho en NY. En el aeropuerto había muchos restaurantes y cafés para pasar el rato antes del vuelo, y nosotros comimos mariscos porque por la zona es el estilo (en Charleston también comimos), pero no pude evitar reparar que había un Starbucks...dos...tres! ¿Díganme, para qué tres Starbucks? Ni yo lo sé.
Luego de la larga espera, ya que nuestro vuelo se retrasó más de dos horas por una intensa tormenta de nieve en Nueva Jersey, de la que seríamos testigo al llegar a una blanquísima NY, nos subimos al avioncito y partimos a la gran manzana.
Nunca vi tanta nieve en mi vida. De más chica fui a Villa Pehuenia en Neuquén, pero no se comparaba con esto. Y era lógico, teniendo en cuenta que acababa de haber una tormenta de nieve, pero no paraba de ser impresionante. Las calles tenían un pequeño caminito hecho para pasar, y en los costados se acumulaban enormes montañas de nieve, tanto que había varias paradas de colectivo con sus zonas, aunque protegida por techos, llenas de nieve. Había calles que incluso era tanta la nieve que el caminito no era más que una fina capa de hielo que se tenía que atravezar con cuidado. Había autos enteros enterrados en la nieve, techos blancos...etc. Pero la más increíble de todo era el frío. Más de diez grados bajo cero...no podía mover mis dedos de lo frío que estaban y entrar en un lugar caliente era la felicidad.
Y qué mejor lugar caliente con bebidas calientes que Starbucks. Como ya anticipé, an NY la cantidad de Starbucks era sorprendente.Mientras caminábamos decíamos, qué lindo tomar algo caliente, ¿no? ¿Habrá un Starbucks por acá? Y bueno, sigamos caminando que aparecerá uno. No, ustedes no se imaginan, por poco los invocabas con la palabra. En una de esas tiendas de ropa, que vendría a ser un mini shopping exclusivo de ropa de seis a ocho pisos, dependiendo de qué marca, con perchas a rebosar de ropa, tenían Starbucks. En más de un piso. Sí, si. También vi uno en una tienda de electrónica estilo Philips. Era algo abusivo, en cuanto llegué a Buenos Aires no quería saber nada del lugar.
En fin, lugares que vi: museos a rolete, el Empire State y su impresionante vista con la audioguía cubana que deliraba diciendo cosas como "...y voy al desfile de los países sudámericanos todos los años y pienso que se cumplió el sueño de Simón Bolivar" y que te insitía en despedirte cuando le daabas al número nueve, la estatua de la libertad que resultó ser más chica de lo que me imaginé y sus interminables escaleras, el Rockerfeller Center, el Central Park (que no recorrimos casi nada porque era inútil, era todo igual: blanco por la nieve. Incluso vimos gente esquiando), lo que queda de las torres gemelas, Wall Street, y lo que más me gustó: la hermosa quinta Avenida y su calle Broadway y el maravilloso musical que tuve el placer de ver, aunque en el último asiento donde vi y escuché a la perfección, una obra llamada "Wicked".
Antes de cerrar este post y ponerme a añorar a mi hermosa NY, les comento una cosita más: los estadounidenses son terriblemente estrictos con la seguridad, y se imaginarán por qué. He tenido que pasar mis cosas, véase mi mochila, lo cual resulta lógico, pero también mis zapatos, mis guantes y mi gorro. En la Estatua de la libertad lo hice dos veces. También pude observar que en todos los lugares de comida había siempre sal,algo natural, pimienta, sospechoso, y ketchup, antinatural. Conseguir mayonesa era una hazaña.
Y Colorín Colorado...
...ustedes ya saben cómo sigue, ¿no?
Escrito por Modelos con cerebro a las 2:21 p.m. 3 cerebros dijeron...
Esto es: ...de cosas inexplicables, ...de historias casi reales, ...de Lou
domingo
Aca vamos de nuevo
Bueno, acá estoy de nuevo, escribiendo. Me tome unas pequeñas vacaciones y me escapé a Trenque Lauquen, pero eso es relato para otra entrada.
Escrito por Lala a las 8:53 p.m. 1 cerebros dijeron...
Esto es: ... de felicidad, ...de amigas, ...de dichos y verdades, ...de historias casi reales, ...de la adolescencia, ...de Lala