miércoles

Loco un poco nada más

Recientemente leí un libro llamado Veronika decide morir de Paulo Cohelo que simplemente me pareció excelente. Muchas veces escuchamos hablar del Carpe Diem, de disfrutar la vida hoy (de hecho creo que es el slogan de una tarjeta de crédito), de no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy (a pesar de que ese dicho muchas veces lo utilizan los padres para fines malvados como mandarnos a ordenar nuestra habitación), etc. En el libro del autor brasilero explican esta temática junto con la del Tempus Fuguit (la fugacidad del tiempo) de una manera muy acertada, creo yo. La historia empieza con que Veronika está cansada de su monótona y gris vida y por eso decide suicidarse con una sobredosis de somníferos. Algo le sale mal y se despierta en un manicomio llamado Villete en donde le informan que su corazón no pudo aguantar la sobredosis y que pasaría los últimos días de su vida en ese lugar. A partir de ese momento Veronika es obligada a recapacitar sobre su vida, o lo que queda de ella.
A decir verdad, esta historia es más bien reflexiva y su argumento no es la gran cosa, pero me dejó algo que todos deberíamos implementar. Seamos más locos. ¿Qué harías si supieras que te quedan unos pocos días de tu vida? ¿No te arrepentirías de todas esas veces que lo miraste a los ojos, te morías por darle un beso y, sin embargo, no lo hiciste? ¿No te arrepentirías de no decirle todos los días a tu mamá que la querés, a tus hermanos que los admirás, a tus amigas que no podrías vivir sin ellas? Somos mortales, uno nunca sabe cuando alguien en una camioneta va a cruzar Santa Fe en rojo a 120km/H. Vivamos cada momento como si fuera el último. Disfrutemos de cada momento de felicidad, de ira, de amor, de odio, vivámoslos al máximo. Sintamos las lágrimas correr por nuestras mejillas como si fueran las últimas, porque el llanto también es una señal de vida. Disfrutemos el aire, el contaminado aire de la ciudad, porque es el único que tenemos. No dejemos que las locas reglas de esta sociedad de locos nos opriman y no nos dejen ser locos a nuestra manera. No aparentemos ser normales, nadie lo es. La "normalidad" es un acuerdo de masas, si no encajas en ella es porque justo te tocó nacer cuando el acuerdo ya estaba consumado, no te aflijas. Y sobre todo, soñá. Soñá y hacé de cuenta que se van a cumplir todos tus sueños, que sean tu meta. Porque quien lucha sin soñar, no sirve; y quien sueña sin luchar, no llega.

domingo

Expresionismo

Hacé click en la foto para ampliarla y ver los colores reales :)
Tocó el timbre el miércoles 1 de Diciembre a las 22:10 y todos ya sabíamos que el año terminaba ahí. Al día siguiente los de quinto hacían quilombo y cerraban el colegio. La famosa y venerada vuelta olímpica había salvado a muchos de tener pruebas horribles de fin de año. Muchos se quejaban porque habían ido hasta el colegio para nada. Otros festejaban. Un hermoso día primaveral se acercaba y todos estabamos esperándolo con impaciencia. En unas cuantas horas la calle Bolivar se convertiría en una perfecta demostración de arte carnavalezco. La fiesta liberaba el espíritu oprimido de los estudiantes que bailaban y cantaban sin preocupacion alguna. Es un ritual ya conocido. Llegas con tus amigos, ves mucha gente pintada y no podés aguantar. Lo primero que hacés es ir al kiosco de en frente a comprar témperas de los colores más copados que haya (digo esto porque si no llegás temprano se acaban los mejores). Salís feliz y empezás a pintar a tus amigos. Ellos te pintan a vos. A veces con coherencia, otras no tanto. Ya un poco más en tono con el resto te ponés a bailar. Llegan más amigos. Te pintan de otros colores. En la cara, en el pelo, en la ropa, en las piernas... en todos lados. De vez en cuando recibis huevazos, espumazos, harinazos, sodazos... y otros -azos. La música sigue sonando, vos seguís bailando. Te metés al pogo, con suerte salís ileso. Viene un amigo y te rompe la remera. La atás para no quedar en bolas. Seguís bailando. Tenés hambre. Vas a la calle Florida a buscar algún lugar en dónde puedas comer. La gente te mira, te felicita, te pregunta por qué estás todo pintado. Llegás al Burger. Te echan del Burger. Vas al KingDog's y te comés un buen pancho. Volvés a la calle Bolivar. Seguís bailando. Te acordás que a la noche está la fiesta de fin de año y que tenés que estar bien desansado. Volves a casa en algún medio de transporte que te permita viajar en esas condiciones. La gente te sigue mirando, felicitando y preguntando. Llegás a casa. Te sacás alguna foto si tenés cámara. Sino, derecho a la ducha. La pintura no deja de salir. Necesitás cuatro, cinco dosis de shampoo. Mucho acondicionador. Tardás mucho para sacarte la pintura de TODO tu cuerpo. A veces es increible por dónde se mete. Salís de la ducha, te mirás al espejo y sonreís. Qué bien la pasaste.

Foto: Aída Pawlak